Otra mirada en la historia

viernes, 8 de marzo de 2013

1930-1950


Período 1930-1950
A fines del siglo XIX, los Estados Unidos  se convirtieron   en una potencia mundial, se expandió por motivos económicos y estratégicos. Esto ocurrió en el auge de la era del imperialismo, periodo en el que se acelero la expansión de los países industriales, que conquistaron y dominaron política y económicamente estados fuera de Europa, estableciendo colonias formales informales.                                                                                                                                        
Esto revitalizo la doctrina del “destino manifiesto” de los Estados Unidos.
Aprovechando hechos especiales como en el caso de Cuba y Panamá para intervenir en sus territorios como también fijar políticas especiales como la política “del garrote” que luego fue sustituida por la política “del buen vecino”.
Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX los Estados Unidos vieron la necesidad de asegurar sus intereses en el continente ante la constante presencia de las potencias europeas. La política llevada a cabo para la compra de Luisiana y la expansión hacia el oeste son muestras de que los Estados Unidos estaban llamados a constituirse en un poder hegemónico en el hemisferio occidental. El intervencionismo norteamericano en América Latina hay que enmarcarlo siempre en el contexto de las relaciones internacionales no solo continentales, sino extracontinentales. A lo largo de la historia el intervencionismo norteamericano en el resto del continente se ha manifestado de muy diversas formas: desde el intervencionismo militar, hasta el económico, pasando por el diplomático, el político y el cultural.
La crisis mundial de 1929 alcanzó de inmediato un impacto devastador sobre América Latina, cuyo   signo fue el derrumbe, entre 1930 y 1933, de la mayor parte de las situaciones políticas.
   Las consecuencias de la crisis fueron: derrumbe del sistema financiero mundial; contracción tremenda de la producción y el comercio; disminución de los tráficos comerciales internacionales a menos de la mitad; situación como deudora morosa y arruinada; insolvencia de Europa, devastada por la primera guerra mundial y dependiente del crédito norteamericano; agravamiento del desequilibrio financiero; castigo a los países insolventes con la suspensión de nuevos préstamos; transformación de EE.UU. en la única gran potencia económica, que adopta normas comerciales extremadamente proteccionistas; transformación del Estado en el agente comercial de cada economía nacional.
    Los resultados fueron el deterioro de los términos de intercambio para los países latinoamericanos, especializados en la provisión de productos primarios; reorientación de los recursos humanos y de capital hacia la actividad industrial; colapso del mercado interno para los bienes de consumo que ya no será posible seguir importando; intervención del Estado por vía autoritaria, fijando precios oficiales y cupos máximos de producción y organizando la destrucción de lo cosechado en excesos, a veces sin indemnizar a los productores; en algunos Estados, concentración del contralor de los contactos comerciales y monetarios con el exterior, en juntas reguladoras o bancos.
La guerra en Europa también ocasionó el cese del flujo de inversiones extranjeras directas procedentes del Viejo Mundo. Estados Unidos, neutral en la primera guerra hasta 1917, aumentó su inversión directa en América Latina, particularmente en la extracción de materias primas estratégicas, pero no estuvo en condiciones de incrementar sus préstamos en cartera hasta la década de 1920. Sin embargo, los bancos estadounidenses, que habían tenido prohibido por ley invertir en filiales extranjeras hasta 1914, comenzaron a establecer sucursales en América Latina: en 1919 el National City Bank, el primer banco multinacional de Estados Unidos, tenía cuarenta y dos sucursales en nueve repúblicas latinoamericanas (BETHELL 11 Pág. 5)
El mayor beneficiario de esta restricción fue Estados Unidos que era ya el principal proveedor de México, América Central y el Caribe. Con la guerra se convirtió en el mercado más importante para la mayoría de países latinoamericanos, mientras que su porcentaje en la importación alcanzaba un 25 por 100 en América del Sur y casi el 80 por 100 en el Caribe (incluido México). La coincidencia fortuita de la apertura del canal de Panamá a comienzos de la guerra, cuando el comercio transatlántico empezaba a hacerse peligroso y difícil, permitió a las exportaciones de Estados Unidos penetrar los mercados de América del Sur que antes habían sido aprovisionados por Europa, y en especial, por Alemania. La red de sucursales de bancos norteamericanos que siguió a este intercambio, se sumó a un agresivo esfuerzo diplomático en apoyo de las empresas estadounidenses, lo que aseguraba que el advenimiento de la paz dejaría a los Estados Unidos en una posición hegemónica en los países latinoamericanos más cercanos y en una posición fuerte en los restantes de la región.
El eclipse de Alemania como comprador no sólo contribuyó al ascenso de la importancia de Estados Unidos, sino que suavizó el declive de Gran Bretaña, la cual retuvo su preponderancia en el comercio con Argentina, que era con mucho el mercado más grande en América Latina y que se mantuvo como el Estados Unidos en una posición hegemónica en los países latinoamericanos más cercanos y en una posición fuerte en los restantes de la región.
(BETHELL 11 Pág.6)

Es cierto que en el continente soplaba un viento militar. En vísperas de la segunda guerra mundial, la mayoría de las repúblicas de América Latina eran gobernadas por militares, a la vez que varias naciones que en apariencia eran controladas por civiles tenían a un general por presidente (Uruguay y México) o eran gobernadas por regímenes que eran fruto de «revoluciones» en las cuales los militares habían desempeñado un papel clave (Brasil y Argentina)
(BETHELL Pág. 282)

No hay que subestimar el efecto del contexto internacional en los fenómenos políticos nacionales durante el decenio de 1930 y, sobre todo, después de la segunda guerra mundial, especialmente cuando se analiza el comportamiento de instituciones cuya tarea es por definición la defensa nacional. Un estudio de la gran variedad de respuestas que en América Latina se han dado a estas limitaciones externas forzosamente arrojará luz sobre los mecanismos generales del poder militar así como sobre las particularidades nacionales.(BETHELL Pág. 283)



Así, Nicaragua, la República Dominicana, Cuba y Haití (aunque no Guatemala ni El Salvador), que empezaron tarde la construcción del estado, en los comienzos del siglo XX apenas habían salido de las guerras entre clanes y caudillos. Todas estas naciones pasaron por un largo período de ocupación norteamericana, cuya finalidad, según el «corolario (Theodore) Roosevelt de 1904» de la Doctrina Monroe, era poner fin a lo que, al modo de ver de Washington, era un desmoronamiento general de la sociedad civilizada. Los Estados Unidos, antes de retirar su «protección», se esforzaron por crear en estos países cuerpos de policía uniformada local cuyos oficiales pertenecían a la infantería de marina norteamericana. A juicio de su creador, estas guardias nacionales tenían que ser independientes de las facciones locales y poner freno a los «ejércitos» privados, con lo cual garantizarían el orden, la paz y la defensa de los intereses de los Estados Unidos.(BETHELL Pág. 284)

En algunas repúblicas más grandes, la fiebre por nuevos préstamos alcanzó las proporciones de una epidemia durante el proceso llamado la «danza de los millones». Se hizo poco esfuerzo para que los fondos fueran invertidos productivamente en proyectos que pudieran garantizar el pago en divisas, y el nivel de corrupción alcanzó dimensiones grandes en unos cuantos casos. Los funcionarios de Estados Unidos podían ocupar las aduanas de los países latinoamericanos con afanes de rectitud fiscal, pero tenían un control nulo o mínimo sobre los banqueros de su propio país que continuaban emitiendo bonos para cubrir el déficit cada vez más grande del sector público  (BETHELL11 Pág. 8)







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